18 oct 2010

Sin consuelo

 Octubre, 2010

No hay consuelo para cuando el alma se siente inquieta. No hay consuelo para un tormento que no lo es. Estar a la deriva, que deliciosamente terrible. Observar a cada lado de la vida, atrás, adelante... arriba, abajo... y no hallarse. 
No me hallo, me busco y profundizo en la busqueda, reviso una y otra vez todos los lugares, los mismos, los distintos. Ya todo es caos porque, no entiendo. 
Mi cabeza es como un nido de ideas que revolotean y empollan nuevas ideas que arden y me incineran la razón, me enloquecen derrepente y a veces siento que todo depronto cederá. Que colapsará la estructura mental que mantiene viva esta realidad.
Se hurden verdades y mentiras, se mezclan con sentimientos y al final todo es una maraña incomprensible de palabras sueltas que no escajan en ninguna parte más que tus ojos. Y tus manos tejen redes que me ahogan muy despacio en un lago de amor y deseo, de pasión y sufrimiento silencioso, de lujuria débil y para siempres frágiles como espuma.
Y el tiempo se va escapando como escapan las hojas de los arboles que las abandonan en los otoños áridos que son eternos en este pecho que no para de asombrarse con todo lo que sucede.
Es casi todo un mar de tormentas que me impiden comprender porqué a veces veo cosas que no quiero ver, mi inconsciente me juega malas pasadas y ya no quiero verlo u oirlo.
Se hincha mi corazón y siento que crecen árboles de grande raíces en él, que penetran en hasta el fondo mis carnes que estan llenas de juventud y se sienten cansadas de no-se-qué.
Solo quiero amar con tranquilidad a quien amo, y ser feliz a su lado.
Vivir sobre una nube y que el viento decida el destino de esta nube. No ocuparme más del desenfrenado ritmo que lleva la ciudad, olvidarme para siempre de las obligaciones y responsabilidades, como vivir el efímero segundo en que se cae al abismo y se experimenta la libertad absoluta de saberse vivo y luego muerto.