Sin embargo llevas en la cara una estúpida e imborrable sonrisa. Sabes que eres adicto a ella, vas contento. Y su recuerdo asedia tu concentración a ratos... y ríes, suavecito. Aprietas los puños, tus ojos van a media asta, te pesan. El metro para, estación tras estación, pero parece interminable, un vaivén de nunca acabar. Ella de nuevo, su olor, su calidez... piensas en sus ojos, en su sonrisa, en su abrazo... aah si, en sus besos. Cierras los ojos intentando calmar ese ardor y las ideas se esfuman, quizá te quedes dormido, quizá solo pienses en lo efímero del ahora. Pero ese escalofrío que ella te dejó en el cuello no te abandona. Y sonríes.
