.jpg)
Toda nuestra existencia se volvió un punto en el espacio. No había nada. No hubo angustia, no hubo llantos, ni gritos. Todo se apagó de repente. Entonces nací de nuevo, en el mismo lugar donde me había dejado mi antigua vida, con la misma compañía, con la misma historia, las mismas preocupaciones. Nací de a poco, fui viendo la luz. Sin entender nada comprendí que estaban ahí, no para mi, pero ahí estaban, para ellos, independientes de mi. Recordé cosas, vagas. Supe mi nombre y quien era, lo que estudiaba, lo que me gustaba, mis sueños... Supe entonces mi máscara, en la que estaba enjaulada. Descubrí que había cosas que debía hacer y cosas que no debía, otras que podía y otras que no. Encontré límites y encontré sinfines. Al principio tuve miedo de estar sola, porque estaba comprendiendo por primera vez que tenía una vida, como un pequeño sendero armado en un bosque, pero nada ciertamente determinado. Había muchos errores, decisiones mal tomadas, miedos. Había también risas, momentos alegres, perdones y buenas decisiones. Entonces decidí no caminar sola, aunque sabía que el estaba allí para él, le pedí que me acompañara, desde su camino, el mio. No había forma de que camináramos el mismo camino, pero así estábamos, tomados de la mano, cada uno en su camino.
El calor de su mano me recordaba una vida anterior, de lo que tuve que aprender para vivir otra vez. Sensaciones de pasión, de complicidad. El amor... que bello reconocerlo en los ojos de quien amas, por última vez, por primera vez.
Extraño es comenzar a vivir una vida ya vivida, una vida que ya es, una vida que fue y desde ahora será, marcando un inicio de un fin que nunca fue sino solo para mi.
La conciencia se volvió densa y pegajosa, entonces difusa y complicada. La vida se volvió una pluma mecida por el viento, cayendo despacio. Suave devenir, azar. Al final me fundí en un abrazo tibio, quedé inmersa en ese olor familiar, preparada para una vez más, afrontar la vida que se viene por delante. Un día a día que cansa, agota, merma... pero que al final siempre resulta ser mejor que nada.