30 nov 2014

Ya no queda nadie que te recuerde...

Hoy murió la última. La única hermana que quedaba de esa familia... se fue tranquila, en paz. Merecía descansar después de tantos años de anhelar la muerte, porque hace tiempo sentía que esta no era su época, que su vida se había prolongado de sobremanera. La noticia por un lado fue un descanso, porque ya era su hora de partir, tenía todo listo, sus oraciones hechas, sus maletas armadas, pero por otro lado, me sobrecogió de sobremanera. Murió con ella su familia, murió su padre y su madre y murieron sus hermanos, murieron sus gatos, su casa en Lima, sus amigos en Italia... se llevó sus recuerdos, sus amores y desamores, sus cariños y sus odios. Y ahora esas fotos viejas acumuladas en su casa son solo eso, fotos viejas de personas que apenas recordamos quienes son por lo que ella logró transmitir, pero apenas si adivinamos quienes fueron. 
Y siempre la muerte deja buitres dando vueltas entre los vivos. Discusiones, molestias, descontentos. Porque estamos demasiado lejos de la muerte, porque ese ínfimo hilo que nos ata a la vida apenas si nos interesa.

Algo de mi partió contigo hoy, partió con calma, sin sufrir, pero despegó sutilmente a la hora en que me enteré. Y me dejó una angustia suave, de espacio vacío, de amor arrebatado.